Con un admirable
espíritu de artista el profesor, arquitecto y arista Javier Murillo López hace gala de sus
habilidades para crear las “Catrinas”, piezas de belleza exquisita, indispensables en
el altar que año con año montan en el Patio cívico de la institución para
honrar la memoria de los “files difuntos”. El evento está a cargo de la
academia de Educación y expresión artística.
Podemos apreciar la dedicación con la que Javier pinta las monumentales esculturas que en este 2012-13 lucieron en el Altar del Día de Muertos.
No hay duda, obra de un verdadero artista.
Alegoría,
entusiasmo, dedicación y gusto por preservar las tradiciones mexicanas.
Los educandos
colaboran con ahínco mostrando así su espíritu colaborador en esta trascendental
actividad en la que el folklore mexicano esta presente.
La versión original de la Catrina es un grabado en metal autoría del caricaturista José Guadalupe Posada, el nombre original
es "La Calavera Garbancera". "Garbancera" es la palabra con
que se conocía entonces a las personas que vendían Garbanza que teniendo sangre
indígena pretendían ser europeos, ya fueran españoles o franceses (este último
más común durante el porfiriato y renegaban de su propia raza, herencia y cultura.
Fue Diego Rivera quien la dibujó por primera vez vestida en su mural "Sueño de una
tarde dominical en la Alameda Central", donde la calavera
aparece como acompañante de su creador: José Guadalupe Posada. Asimismo fue el
muralista quien la llamó "Catrina" nombre con el que se popularizó versión
original es un grabado en metal autoría del caricaturista José Guadalupe Posada, el nombre original
es "La Calavera Garbancera". "Garbancera" es la palabra con
que se conocía entonces a las personas que vendían Garbanza que teniendo sangre
indígena pretendían ser europeos, ya fueran españoles o franceses (este último
más común durante el porfiriato) y renegaban de posteriormente, convirtiéndola así
en un personaje popular mexicano.
De
acuerdo con el folclore mexicano, La Catrina es mejor identificarla como
la muerte, puede mostrarse de muchas formas. Algunas veces se la encuentra
alegre, vestida de manera elaborada, con ganas de divertirse e incluso
coquetear con los mortales. Otras, nos la encontramos "en los huesos,"
lista para llevarnos cuando menos lo esperamos. Sin embargo, la relación que
los mexicanos tienen con "La Catrina" se define por una serie de
circunstancias íntimamente vinculadas con la historia y cultura de México,
por lo que ésta se considera un huésped imprescindible en ocasiones
importantes, como el Día de Muertos, que se celebra cada 2 de
noviembre
De acuerdo
con la tradición mexicana, se cree que la muerte, pero más
específicamente la memoria de nuestros fieles difuntos, nos da un sentido de
identidad, ayudándonos a arraigarnos a nuestra cultura y a nuestra comunidad.
Esta perenne compañera la asociamos también, paradójicamente, con
el placer de vivir ante la inminencia de la muerte. La Catrina, con su traviesa
sonrisa nos invita a asir el momento, y a través de la música y la danza,
encontrar el sentido de la vida. La doble identidad de La Catrina nos recuerda
que la vida es aquí, ahora y eternamente, como la música y las artes.
¿Por qué
se pone altar de muertos?
La
fiesta de los Fieles Difuntos se celebra en México de diversas formas. El altar
de muertos es una de ellas y se pone para recordar, con una peculiar mezcla de
tristeza y regocijo, a los parientes y amigos que han fallecido. El sentir
popular parece no resignarse con la muerte y recuerda cada año, en los primeros
días del mes de noviembre, a sus "muertitos". Todo comienza el 31 de
octubre a mediodía, cuando se tocan doce campanadas en la iglesia, y luego un
repique solemne que anuncia la llegada de los niños difuntos. En muchas casas
se prepara una mesa en la que se colocan vasos con agua, sal, jarrones con
flores blancas y velas. Cada luz representa el alma de un niño. También se
ponen los juguetes que los niños preferían en vida. Se encienden las velas y el
sahumerio. Por la noche, se sirve la merienda a las santas almas infantiles, la
cual consiste en tamales, pan, chocolate, atole, dulces y fruta.
Al otro
día, 1° de noviembre, se pone desayuno de los niños, con los mismos alimentos.
Al mediodía vuelven a sonar campanas para anunciar que han llegado las almas de
los adultos. Éste es el toque de ánimas. Los parientes se reúnen para rezar el
rosario y encender una vela grande por cada difunto; también se enciende una más
para alumbrar a las almas que no tengan quien les rece. Entonces el altar de
muertos se adorna con flores amarillas o de cempasúchil, y en él se ponen más
tamales y los platillos preferidos de los ahora difuntos. También se dejan en
la mesa cigarros, café de olla o botellas de aguardiente. Algunas personas
ponen la foto de los muertos para recordarlos mejor.
Al otro
día, a las 12 en punto, vuelven a sonar las campanas de la iglesia para
anunciar que ya se van los difuntos, y es entonces cuando todo el mundo se
dirige al camposanto. Se limpian y desyerban las tumbas para ponerles flores y
arreglarlas. Si la tumba es de un niño, se le ponen flores blancas, y si es de
un adulto, amarillas.